ANÁLISIS DE APARTADO I, INTRODUCCIÓN, EDICIÓN B, CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA DE KANT
KRITIK DER REINEN VERNUNFT (KrV)
(A: 1781, B: 1787)
Immanuel Kant
INTRODUCCIÓN / Einleitung
[Texto
de la edición B (pp. B1-B3)]
I.
SOBRE
LA DISTINCIÓN ENTRE EL CONOCIMIENTO PURO Y EMPÍRICO
I.
Von
dem Unterschiede der reinen und empirischen Erkenntniß
Párrafo [1]:
[1] No
hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia.
Pues ¿cómo podría ser despertada a actuar la facultad de conocer sino mediante
objetos que afectan a nuestros sentidos y que ora producen por sí mismos
representaciones, ora ponen en movimiento la capacidad del entendimiento para
comparar estas representaciones, para enlazarlas o separarlas y para elaborar
de este modo la materia bruta de las impresiones sensibles con vistas a un
conocimiento de los objetos denominado experiencia? Por consiguiente, en el orden temporal, ningún
conocimiento precede a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella.
Afirmación universal:
“No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia” (Trad.
Ribas), [Daß alle unsere Erkenntniß mit der
Erfahrung anfange, daran ist gar kein Zweifel].
(i)
“Con” [mit]. La
traducción del profesor argentino Mario Caimi (Colihue) elige “por”.
(ii)
La ligera diferencia entre “con” y “por”
tiene sus consecuencias en la extensión semántica del concepto de experiencia [Erfahrung], que debemos discutir. ¿Qué diferencia
semántica observa ud.?
Circunscripción general del concepto de
experiencia: “Pues ¿cómo podría ser despertada a actuar
la facultad de conocer sino mediante objetos que afectan a nuestros sentidos y
que [en parte] producen por sí mismos representaciones, [en parte] ponen en
movimiento la capacidad del entendimiento para comparar estas representaciones,
para enlazarlas o separarlas y para elaborar de este modo la materia bruta de
las impresiones sensibles con vistas a un conocimiento de los objetos
denominado experiencia?”
(i)
Reemplazo “ora” (Trad. Ribas) por “en
parte” siguiendo la traducción de Caimi de “Theil”.
(ii)
Las preguntas de la primera afirmación
pueden ser complementadas con el pasivo “ser despertada” / “llevada a
despertar” [erweckt werden].
Afirmación universal que enuncia su
ámbito de validez o respecto según el cual las preposiciones su usan de manera
universal: “Por consiguiente, en
el orden temporal, ningún conocimiento precede a la experiencia y todo
conocimiento comienza con ella” [Der Zeit nach geht also keine Erkenntniß in uns vor
der Erfahrung vorher, und mit dieser fängt alle an].
(i)
Ámbito de validez: “Orden temporal”, al
modo de secuencia.
(ii)
Ningún conocimiento [keine Erkenntniß] precede
[vorher] la experiencia [Erfahrung].
(iii)
Y con
ella comienza todo [und mit
dieser fängt alle an].
[1] Daß alle unsere Erkenntniß mit der Erfahrung anfange,
daran ist gar kein Zweifel; denn wodurch sollte das Erkenntnißvermögen sonst
zur Ausübung erweckt werden, geschähe es nicht durch Gegenstände, die unsere
Sinne rühren und theils von selbst Vorstellungen bewirken, theils unsere
Verstandesthätigkeit in Bewegung bringen, diese zu vergleichen, sie zu
verknüpfen oder zu trennen, und so den rohen Stoff sinnlicher Eindrücke zu
einer Erkenntniß der Gegenstände zu verarbeiten, die Erfahrung heißt? Der Zeit nach geht also keine Erkenntniß in uns vor
der Erfahrung vorher, und mit dieser fängt alle an.
Párrafo [2]:
[2] Pero,
aunque todo nuestro conocimiento empiece con
la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia. En efecto, podría
ocurrir que nuestro mismo conocimiento empírico fuera una composición de lo que
recibimos mediante las impresiones y de lo que nuestra propia facultad de
conocer produce (simplemente motivada por las impresiones) a partir de sí
misma. En tal supuesto, no distinguiríamos esta adición respecto de la dicha
materia fundamental hasta tanto que un prolongado ejercicio nos hubiese hecho
fijar en ella y nos hubiese adiestrado para separarla.
Acotación universal:
Pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede
/ surge todo él de la experiencia [Wenn aber gleich
alle unsere Erkenntniß mit
der Erfahrung anhebt, so entspringt
sie darum doch nicht eben alle aus der Erfahrung].
[2] Wenn aber gleich alle unsere
Erkenntniß mit der Erfahrung anhebt, so entspringt sie darum doch
nicht eben alle aus der Erfahrung. Denn es könnte wohl sein, daß
selbst unsere Erfahrungserkenntniß ein Zusammengesetztes aus dem sei, was wir
durch Eindrücke empfangen, und dem, was unser eigenes Erkenntnißvermögen (durch
sinnliche Eindrücke bloß veranlaßt) aus sich selbst hergiebt, welchen Zusatz
wir von jenem Grundstoffe nicht eher unterscheiden, als bis lange Übung uns
darauf aufmerksam und zur Absonderung desselben geschickt gemacht hat.
Párrafo [3]:
[3] Consiguientemente,
al menos una de las cuestiones que se hallan más necesitadas de un detenido
examen y que no pueden despacharse de un plumazo es la de saber si existe
semejante conocimiento independiente de la experiencia e, incluso, de las
impresiones de los sentidos. Tal conocimiento se llama a priori y se distingue del empírico, que tiene fuentes a posteriori, es decir, en la
experiencia.
Planteamiento filosófico de Kant: “saber
si existe (hay) semejante conocimiento independiente de la experiencia e,
incluso, de las impresiones de los sentidos” [ob es ein dergleichen von der Erfahrung und selbst von
allen Eindrücken der Sinne unabhängiges Erkenntniß gebe].
Denominación de ese saber y su
distinción: “Tal conocimiento se llama a priori y se distingue del empírico, que tiene fuentes [Quellen] a posteriori, es
decir, en la experiencia.”
[3]
Es
ist also wenigstens eine der näheren Untersuchung noch benöthigte und nicht auf
den ersten Anschein sogleich abzufertigende Frage: ob es ein dergleichen von
der Erfahrung und selbst von allen Eindrücken der Sinne unabhängiges Erkenntniß
gebe. Man nennt solche Erkenntnisse a priori, und unterscheidet sie von den empirischen, die ihre Quellen a posteriori, nämlich in der Erfahrung, haben.
Párrafo [4]:
[4] De
todas formas, la expresión a priori
no es suficientemente concreta para caracterizar por entero el sentido de la
cuestión planteada. En efecto, se suele decir de algunos conocimientos
derivados de fuentes empíricas que somos capaces de participar de ellos o de
obtenerlos a priori, ya que no los
derivamos inmediatamente de la experiencia, sino de una regla universal que sí
es extraída, no obstante, de la experiencia. Así, decimos que alguien que ha
socavado los cimientos de su casa puede saber a priori que ésta se caerá, es decir, no necesita esperar la
experiencia de su caída de hecho. Sin embargo, ni siquiera podría saber esto
enteramente a priori, pues debería
conocer de antemano, por experiencia, que los cuerpos son pesados y que,
consiguientemente, se caen cuando se les quita el soporte.
Estado de comprensión de lo “a priori”
hasta Kant: “se suele decir de algunos conocimientos
derivados de fuentes empíricas que somos capaces de participar de ellos o de obtenerlos a priori, ya que no los derivamos inmediatamente de la experiencia,
sino de una regla universal que sí es extraída, no obstante, de la experiencia.”
(i)
Ojo aquí con el concepto de
participación: somos capaces de participar [wir fähgit theilhaftig sind].
(ii)
Ojo
aquí con “no los derivamos inmediatamente de la experiencia”. Noten:
el carácter genitivo o de procedencia, el carácter de inmediatez no empírica
sino universal, y nuevamente el especial concepto de experiencia que define
Kant en este pasaje de acuerdo a la metafísica tradicional.
(iii)
Este
estado de comprensión de lo a priori por
parte de la metafísica es para Kant aún deficiente. En
el prólogo de la segunda edición (B xiv-xv) señala: “La metafísica,
conocimiento especulativo de la razón, completamente aislado, que se levanta
enteramente por encima de lo que enseña la experiencia, con meros conceptos (no
aplicándolos a la intuición, como hacen las matemáticas), donde, por tanto, la
razón ha de ser discípula de sí misma, no ha tenido hasta ahora la suerte de
poder tomar el camino seguro de la ciencia. Y ello a pesar de ser más antigua
que todas las demás y de que seguiría existiendo aunque éstas desaparecieran
totalmente en el abismo de una barbarie que lo aniquilara todo. Efectivamente,
en la metafísica la razón se atasca continuamente, incluso cuando, hallándose
frente a leyes que la experiencia más ordinaria confirma, ella se empeña a
conocerlas a priori. Incontables veces hay que volver atrás en la metafísica,
ya que se advierte que el camino no conduce a donde se quiere ir. Por lo que
toca a la unanimidad de lo que sus partidarios afirman, está aún tan lejos de
ser un hecho, que más bien es un campo de batalla realmente destinado, al
parecer, a ejercitar las fuerzas propias en un combate donde ninguno de los
contendientes ha logrado jamás conquistar el más pequeño terreno ni fundar
sobre su victoria una posesión duradera. No hay, pues, duda de que su modo de
proceder ha consistido, hasta la fecha, en un mero andar a tientas y, lo que es
peor, a base de simples conceptos.
“¿A
qué se debe entonces que la metafísica no haya encontrado todavía el camino
seguro de la ciencia? ¿Es acaso imposible? ¿Por qué, pues, la naturaleza ha
castigado nuestra razón con el afán incansable de perseguir este camino como
una de sus cuestiones más importantes? Más
todavía: ¡qué pocos motivos tenemos para confiar en la razón si, ante uno de
los campos más importantes de nuestro anhelo de saber, no sólo nos abandona,
sino que nos entretiene con pretextos vans y, al final, nos engaña! Quizá
simplemente hemos errado dicho camino hasta hoy. Si es así ¿qué indicios nos
harán esperar que, en una renovada búsqueda, seremos más afortunados que otros
que nos precedieron?”
Hay leyes necesarias que no son por ello
a priori en sentido estricto: “Así,
decimos que alguien que ha socavado los cimientos de su casa puede saber a priori que ésta se caerá, es decir, no
necesita esperar la experiencia de su caída de hecho. Sin embargo, ni siquiera
podría saber esto enteramente a priori,
pues debería conocer de antemano, por experiencia, que los cuerpos son pesados
y que, consiguientemente, se caen cuando se les quita el soporte.”
(i)
Este ejemplo kantiano está en directa
relación con el problema de la inteligibilidad de las proposiciones opuestas en
las cuestiones de hecho, y de su acreditación a posteriori. Así
como Hume señala las proposiciones: “el sol saldrá mañana” y “el sol no saldrá
mañana”, como casos donde la inteligibilidad avanza con plena independencia del
fundamento ontológica de las mismas. Aquí podríamos decir que es inteligible
proponer: “la casa puede no caerse si socavo los cimientos”. Ciertamente la
consideración humeana adolece de un escepticismo extremo que lleva al sin
sentido. En este caso que plantea Kant, si Hume hubiese podido responderle,
nada acreditaría que los cuerpos sean pesados (Esto hay que pensarlo en el
contexto físico anterior a Copérnico y Newton).
[4] Jener Ausdruck ist indessen noch nicht bestimmt genug,
um den ganzen Sinn der vorgelegten Frage angemessen zu bezeichnen. Denn man
pflegt wohl von mancher aus Erfahrungsquellen abgeleiteten Erkenntniß zu sagen,
daß wir ihrer a priori fähig
oder theilhaftig sind, weil wir sie nicht unmittelbar aus der Erfahrung,
sondern aus einer allgemeinen Regel, die wir gleichwohl selbst doch aus der
Erfahrung entlehnt haben, ableiten. So sagt man von jemand, der das Fundament
seines Hauses untergrub: er konnte es a
priori wissen, daß es einfallen würde, d.i. er durfte nicht auf die
Erfahrung, daß es wirklich einfiele, warten. Allein gänzlich a priori konnte er dieses doch auch
nicht wissen. Denn daß die Körper schwer sind und daher, wenn ihnen die Stütze
entzogen wird, fallen, mußte ihm doch zuvor durch Erfahrung bekannt werden.
Párrafo [5]:
[5] En
lo que sigue entenderemos, pues, por conocimiento a priori el que es absolutamente independiente de toda experiencia,
no el que es independiente de ésta o aquella experiencia. A él se opone el
conocimiento empírico, el que sólo es posible a posteriori, es decir, mediante la experiencia. Entre los
conocimientos a priori reciben el
nombre de puros aquellos a los que no se ha añadido nada empírico. Por ejemplo,
la proposición “Todo cambio tiene una causa” es a priori, pero no pura, ya que el cambio es un concepto que sólo
puede extraerse de la experiencia.
Definición del conocimiento a priori para Kant: “entenderemos,
pues, por conocimiento a priori el
que es absolutamente independiente de toda experiencia, no el que es
independiente de ésta o aquella experiencia.”
Definición del conocimiento empírico
como a posteriori: A él se opone el conocimiento empírico, el
que sólo es posible a posteriori, es
decir, mediante la experiencia.
Dos tipos de conocimiento a priori, puro
y no puro: “Entre los conocimientos a priori reciben el nombre de puros aquellos a los que no se ha
añadido nada empírico.
Ejemplo de conocimiento a priori
no-puro: “La proposición “Todo cambio tiene una causa” es a priori, pero no pura, ya que el cambio
es un concepto que sólo puede extraerse de la experiencia.”
[5] Wir werden also im Verfolg
unter Erkenntnissen a priori
nicht solche verstehen, die von dieser oder jener, sondern die schlechterdings
von aller Erfahrung unabhängig stattfinden. Ihnen sind empirische Erkenntnisse
oder solche, die nur a posteriori,
d.i. durch Erfahrung, möglich sind, entgegengesetzt. Von den Erkenntnissen a priori heißen aber diejenigen rein,
denen gar nichts Empirisches beigemischt ist. So ist z.B. der Satz: eine jede
Veränderung hat ihre Ursache, ein Satz a
priori, allein nicht
rein, weil Veränderung ein Begriff ist, der nur aus der Erfahrung gezogen
werden kann.
COMPLEMENTO
Les
transcribo aquí un pasaje del prólogo de la segunda edición que nos permitirá
situar mejor el campo de lo “a priori” en la pesquisa de Kant. Véase B xvi-xvii.
La siguiente es la traducción de Ribas, luego viene el texto original:
[…]
Se ha supuesto hasta ahora que todo nuestro conocer debe regirse por objetos.
Sin embargo, todos los intentos realizados bajo tal supuesto con vistas a
establecer a priori, mediante
conceptos, algo sobre dichos objetos –algo que ampliara nuestro conocimiento-
desembocaban en el fracaso. Intentemos pues, por una vez, si no adelantaremos
más en las tareas de la metafísica suponiendo que los objetos deben conformarse
a nuestro conocimiento, cosa que concuerda ya mejor con la deseada posibilidad de
un conocimiento a priori de dichos
objetos, un conocimiento que pretende establecer algo sobre éstos antes de que
nos sean dados. Ocurre aquí como con los primeros pensamientos de Copérnico.
Éste, viendo que no conseguía explicar los movimientos celestes si aceptaba que
todo el ejército de estrellas giraba alrededor del espectador, probó que no
obtendría mejores resultados haciendo girar al espectador y dejando las
estrellas en reposo. En la metafísica se puede hacer el mismo ensayo, en lo que
atañe a la intuición de los objetos.
Si la intuición tuviera que regirse por la naturaleza de los objetos, no veo
cómo podría conocerse algo a priori sobre
esa naturaleza. Si, en cambio, es el objeto (en cuanto objeto de los sentidos)
el que se rige por la naturaleza de nuestra facultad de intuición, puedo
representarme fácilmente tal posibilidad. Ahora bien, como no puedo pararme en
estas intuiciones, si se las quiere convertir en conocimientos, sino que debo
referirlas a algo como objeto suyo y determinar éste mediante las mismas, puedo
suponer una de estas dos cosas: o bien los conceptos
por medio de los cuales efectúo esta determinación se rigen también por el
objeto, y entonces me encuentro, una vez más, con el mismo embarazo sobre la
manera de saber de él algo a priori;
o bien supongo que los objetos o, lo que es lo mismo, la experiencia, única fuente de su conocimiento (en cuanto objetos
dados), se rige por tales conceptos. En ese segundo caso veo en seguida una
explicación más fácil, dado que la misma experiencia constituye un tipo de
conocimiento que requiere entendimiento y éste posee unas reglas que yo debo
suponer en mí ya antes de que los objetos me sean dados, es decir, reglas a priori. Estas reglas se expresan en
conceptos a priori a los que, por
tanto, se conforman necesariamente todos los objetos de la experiencia y con
los que deben concordar. Por lo que se refiere a los objetos que son meramente
pensados por la razón –y, además, como necesarios-, pero que no pueden ser
dados (al menos tal como la razón los piensa) en la experiencia, digamos que
las tentativas para pensarlos (pues, desde luego, tiene que ser posible
pensarlos) proporcionarán una magnífica piedra de toque de lo que consideramos
el nuevo método del pensamiento, a saber, que sólo conocemos a priori de las cosas lo que nosotros
mismos ponemos en ellas.
[…] Bisher
nahm man an, alle unsere Erkenntniß müsse sich nach den Gegenständen richten;
aber alle Versuche über sie a priori etwas
durch Begriffe auszumachen, wodurch unsere Erkenntniß erweitert würde, gingen
unter dieser Voraussetzung zu nichte. Man versuche es daher einmal, ob wir
nicht in den Aufgaben der Metaphysik damit besser fortkommen, daß wir annehmen,
die Gegenstände müssen sich nach unserem Erkenntniß richten, welches so schon
besser mit der verlangten Möglichkeit einer Erkenntniß derselben a priori zusammenstimmt, die über
Gegenstände, ehe sie uns gegeben werden, etwas festsetzen soll. Es ist hiemit
eben so, als mit den ersten Gedanken des Copernicus bewandt, der, nachdem es
mit der Erklärung der Himmelsbewegungen nicht gut fort wollte, wenn er annahm,
das ganze Sternheer drehe sich um den Zuschauer, versuchte, ob es nicht besser
gelingen möchte, wenn er den Zuschauer sich drehen und dagegen die Sterne in
Ruhe ließ. In der Metaphysik kann man nun, was die Anschauung der Gegenstände
betrifft, es auf ähnliche Weise versuchen. Wenn die Anschauung sich nach der
Beschaffenheit der Gegenstände richten müßte, so sehe ich nicht ein, wie man a priori von ihr etwas wissen könne;
richtet sich aber der Gegenstand (als Object der Sinne) nach der Beschaffenheit
unseres Anschauungsvermögens, so kann ich mir diese Möglichkeit ganz wohl
vorstellen. Weil ich aber bei diesen Anschauungen, wenn sie Erkenntnisse werden
sollen, nicht stehen bleiben kann, sondern sie als Vorstellungen auf irgend
etwas als Gegenstand beziehen und diesen durch jene bestimmen muß, so kann ich
entweder annehmen, die Begriffe, wodurch ich diese Bestimmung zu Stande bringe,
richten sich auch nach dem Gegenstande, und dann bin ich wiederum in derselben
Verlegenheit wegen der Art, wie ich a
priori hievon etwas wissen könne; oder ich nehme an, die Gegenstände
oder, welches einerlei ist, die Erfahrung, in welcher sie allein (als gegebene
Gegenstände) erkannt werden, richte sich nach diesen Begriffen, so sehe ich
sofort eine leichtere Auskunft, weil Erfahrung selbst eine Erkenntnißart ist,
die Verstand erfordert, dessen Regel ich in mir, noch ehe mir Gegenstände
gegeben werden, mithin a priori
voraussetzen muß, welche in Begriffen a
priori ausgedrückt wird, nach denen sich also alle Gegenstände der
Erfahrung nothwendig richten und mit ihnen übereinstimmen müssen. Was
Gegenstände betrifft, so fern sie bloß durch Vernunft und zwar nothwendig
gedacht, die aber (so wenigstens, wie die Vernunft sie denkt) gar nicht in der
Erfahrung gegeben werden können, so werden die Versuche sie zu denken (denn
denken müssen sie sich doch lassen) hernach einen herrlichen Probirstein
desjenigen abgeben, was wir als die veränderte Methode der Denkungsart
annehmen, daß wir nämlich von den Dingen nur das a priori erkennen, was wir selbst in sie legen.
Verónica Arís
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