PARA FINK 03

PENSANDO LA PROPUESTA FENOMENOLÓGICA SEGÚN SU MÉTODO
 
Comentario sobre la lectura de ‘La idea de la fenomenología’ de 1907
M. Verónica Arís Zlatar
 
Estimados alumnos,
Continuemos con nuestra lectura comprensiva de la introducción de La idea de la fenomenología. Veamos hoy los siguientes párrafos hasta antes de la división en pasos que propone Husserl. Tratemos de desmenuzar máximamente los sentidos implícitos que va proponiendo.
 
 
Respecto del párrafo 2:
El segundo párrafo reafirma el círculo vicioso que fue manifiesto en la primera pregunta del párrafo anterior. El problema está en que este círculo vicioso tiene por consecuencia una petitio principii que lo lleva a contradicción o al absurdo, pero cualquiera sea el caso se encuentra inclinada al escepticismo.
Introduzcámonos un poco en el asunto de la petitio principii, cuál es su sentido, por qué se origina, qué respuestas se han dado a este asunto, etc. Para ello comencemos por conocer la posición de Bertrand Russell en El conocimiento Humano, y la de Roman Ingarden, quien escribe Sobre el peligro de una petitio principii en la teoría del conocimiento en conmemoración de los 60 años de Husserl.
EL CONOCIMIENTO HUMANO (1948)
Bertrand Russell
[…] Que la inferencia científica requiere, para ser válida, principios que la experiencia no puede hacer siquiera probables, es, creo, una conclusión ineludible de la lógica de la probabilidad. Para el empirismo, es una conclusión embarazosa. Pero pienso que se la puede hacer un poco más digerible mediante el análisis del concepto de “conocimiento” realizado en la Parte II. “Conocimiento”, en mi opinión, es un concepto mucho menos preciso de lo que se piensa generalmente, y tiene sus raíces mucho más profundamente insertadas en la conducta animal no verbalizada de lo que han estado dispuestos a reconocer la mayoría de los filósofos. Los supuestos lógicamente básicos a los que nos conduce nuestro análisis son psicológicamente el punto final de una larga serie de refinamientos que parten de los hábitos de expectación en los animales, por ejemplo, que aquello que posee cierto tipo de olor será bueno para comer. Por ende, preguntar si “conocemos” los postulados de la inferencia científica no es una cuestión tan definida como parece. La respuesta debe ser: en un sentido, sí; en otro, no; pero en el sentido en el que la respuesta correcta es “no”, no sabemos absolutamente nada, y el “conocimiento” es, en este sentido, una visión ilusoria. Las perplejidades de los filósofos provienen, en gran medida, de su renuencia a despertar de este sueño bienaventurado.[1]
 
* * *
SOBRE EL PELIGRO DE UNA PETITIO PRINCIPII EN LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO (1921)
Roman Ingarden
I
[…]
La validez del conocimiento que hemos utilizado para captar la idea del conocimiento en general no puede presuponerse tácitamente. Si este conocimiento ha de ser utilizado correctamente en el trabajo de la teoría del conocimiento, éste tiene que ser investigado en lo que refiere a su esencia y ha de cumplir determinadas condiciones. En otro lugar hemos intentado determinar  de qué tipo han de ser estas condiciones. Aquí no las podemos suponer, porque éstas son derivadas de la esencia del conocimiento y del sentido del problema fundamental de la teoría del conocimiento. Aquí trabajamos precisamente en la superación de la objeción de que presuponemos o hemos de presuponer el contenido de la idea del conocimiento en general sin haber investigado o podido investigar el conocimiento concreto correspondiente. A pesar de ello, la situación no nos parece desesperada.[2]
[…] Con ello abordamos la prueba de la primera de nuestras afirmaciones hechas más arriba, a saber, que en la investigación del conocimiento  para la exposición de la idea del “conocimiento en general” no ha de cometerse necesariamente una petitio prinipii o un regreso al infinito. Formulada detalladamente, la afirmación contraria reza así: El conocimiento en el cual creemos captar la idea del “conocimiento en general” puede conocerse. Esto sólo puede suceder en un nuevo acto de conocimiento dirigido al conocimiento en cuestión. Tras haber resuelto esta tarea surge enseguida la cuestión de su fue solucionada bien, es decir, si el conocimiento que acabamos de llevar a cabo  es legítimo y qué garantiza esa legitimidad. Evidentemente, a las dos últimas cuestiones podemos responder sólo mediante un nuevo conocimiento del conocimiento que acabamos de utilizar. Sin embargo, con ello llegamos a una situación análoga con la única diferencia de que ahora las dos preguntas que acabamos de formular no se refieren al conocimiento del conocimiento, sino al conocimiento del conocimiento del conocimiento. En esta situación se puede aplicar la teoría de tipos de Russell, la cual aparentemente soluciona la dificultad. Sin embargo, visto exactamente, esta aplicación conduce o a una plena renuncia a la solución de la pregunta mencionada o a un regreso insuperable. A saber, se dice que el conocimiento de un objeto cualquiera (por ejemplo, de una cosa) –conocimiento de primer orden- es diferente del conocimiento del conocimiento de otra cosa –conocimiento de segundo orden. Si es verdad que el conocimiento de un orden tiene que ser investigado en un conocimiento de orden (n + 1), cuya objetividad hay que investigar de nuevo; si sus resultados han de ser expuestos con plena conciencia de su plausibilidad, entonces estaría ante nosotros una serie infinita de investigaciones que nunca conduciría a un resultado definitivo. Pero si la diferencia entre conocimientos de órdenes diferentes fuera tan grande que la cuestión de la validez del conocimiento de segundo orden perdiera su sentido debido a que algo como “validez” tiene sentido sólo en el primer orden, entonces no habría que investigar el conocimiento de segundo orden (y de órdenes superiores) en relación a su validez, y así se resolvería de suyo la dificultad. En verdad, se trata de una renuncia a la solución. Pues no se puede aplicar la teoría russelliana en un sentido radical como si los conocimientos de órdenes diferentes no tuvieran nada en común.  ¿Qué nos obligaría, pues, a llamar a los dos conocimientos conocimientos, lo cual, no obstante, tendríamos manifiestamente que hacer? Sin embargo, un conocimiento en el cual no se pudiera preguntar por su validez ya no sería un conocimiento. Si en el conocimiento en cuestión no se plantea esta pregunta, entonces se renuncia a saber algo positivo sobre su validez. De esta forma, el dilema es inevitable. Pero si la teoría russelliana de los tipos no es aquí aplicable, entonces, en la situación arriba descrita, hay que cometer una petitio principii.[3]
Para concluir, notemos que somos plenamente conscientes de la insuficiencia de nuestras consideraciones fenomenológicas positivas. Todas estas indicaciones –tanto sobre la separación entre el mentar de objetos, el vivenciar de elementos ajenos al yo y el transvivir, como también sobre la intuición misma- constituyen evidentemente sólo los primeros comienzos de un análisis fenomenológico y deberían en cuanto tales –si se trata de un análisis sistemático de las situaciones respectivas- ser completados por investigaciones detalladas.[4]
 
Respecto del párrafo 3:
La cuestión de fondo del tercer párrafo es el modo con el cual una teoría del conocimiento,  delimitada como teoría por el mismo objeto que estudia, define el sentido de su tarea. Sea del campo del cual emerja la pregunta por una teoría del conocimiento, ella aparece como la idea de una ciencia a la cual le es inherente la esencia del conocimiento mismo y la posibilidad de sus alcances. ¿Qué es la esencia del conocimiento? ¿A qué nos referimos con esencia? ¿Desde qué posición es posible plantearse algo así como “la esencia del conocimiento”?
En segundo lugar se señala algo que ya hemos visto esbozado en Meditaciones Cartesianas, a saber, que la crítica del conocimiento en este sentido es la condición de posibilidad de la metafísica. Recordemos el pasaje:
§60 Resultados metafísicos de nuestra explicitación de la experiencia de lo extraño
Nuestros resultados son metafísicos, si es verdad que han de llamarse metafísicos los conocimientos últimos del ser. Pero lo que aquí está en cuestión no es nada metafísico en el sentido habitual del término, es decir, en el sentido de una metafísica que ha degenerado en el curso de su historia, no estando ya en modo alguno de acuerdo con el sentido con que fue instituida  originariamente la metafísica como filosofía primera. El modo de justificación puramente intuitivo, concreto y además apodíctico de la fenomenología excluye toda aventura metafísica, todos los excesos especulativos.[5]
 
Respecto del párrafo 4:
La tesis de Husserl es que el método de esta crítica al conocimiento es el método fenomenológico, donde fenomenología es entendida como una doctrina general de esencias, en la cual la ciencia de la esencia del conocimiento encuentra su lugar.
Tenemos que comentar aquí, en primer lugar, que la pregunta por la esencia del conocimiento, es decir, la causa formal del conocimiento, debe ser formulada desde la práctica crítica. En segundo lugar, que esta práctica crítica es la tarea que se propone el método fenomenológico, en otras palabras, el método fenomenológico tiene por primera finalidad abrir paso a una práctica crítica que nos abra camino a una teoría del conocimiento en general que pueda superar las dificultades del regreso al infinito y de toda petición de principio. Luego tenemos que este método se orienta a una disciplina, la fenomenología misma, cuya definición es la ciencia que estudia las esencias, por lo tanto, la ciencia de la esencia del conocimiento encuentra su sitio justo ahí en la fenomenología y en directa comunión con su método.
 
Respecto del párrafo 5:
Husserl aquí hace una serie de preguntas retóricas. La primera es directa, la segunda retoma el círculo vicioso enunciado en el primer párrafo, y la tercera pretende abrir la curiosidad para el texto que sigue a continuación.
________________________
 
 
Lleguemos hasta aquí hoy. La próxima clase veremos más esquemáticamente los tres pasos propuestos. Ojalá ustedes puedan seguir eso sí con el espíritu de lectura que les he mostrado en estos primeros cinco párrafos.
 
 
Muchos saludos,
 
 
VAZ


[1] Russell, El conocimiento humano, sus alcances y sus límites. Argentina: Editorial Planeta, 1992, pp. 13-14.
[2] Ingarden, Sobre el peligro de una petitio principii en la teoría del conocimiento. Traducción Mariano Crespo. España: Encuentro, 2006, pp. 18 y 19.
[3] Op. cit., pp. 22 y 23.
[4] Op. cit., p. 44.
[5] Husserl, Meditaciones Cartesianas. Traducción de Mario A. Presas. Madrid: Editorial Tecnos, reimpresión 2009, p. 181.


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