PARA FINK 02


PENSANDO LA PROPUESTA FENOMENOLÓGICA SEGÚN SU MÉTODO

Comentario sobre la lectura de ‘La idea de la fenomenología’ de 1907

 M. Verónica Arís Zlatar

Estimados alumnos,

Lo que viene a continuación es un acompañamiento de lectura de La idea de la fenomenología. ¿Por qué vamos a dirigirnos a La idea de la fenomenología si nuestro propósito es leer la VI Meditación de Eugen Fink? El sentido de este volver atrás, como lo anunciamos la clase anterior, es poder hacer un estudio lo más directo posible a la metodología fenomenológica que será asunto principal en la VI Meditación de Fink.
 
Ahora bien, respecto de la edición de La idea de la fenomenología, nosotros estamos trabajando con la primera versión en inglés y una versión castellana. La versión castellana dista bastante de la inglesa en varios pasajes. Por lo tanto, les recomiendo no perder de vista la versión en inglés. Espero dentro de poco conseguir la alemana, y así salir de toda duda.
 
Por lo mismo, aquí les entrego un "acompañamiento de lectura" al modo de parafraseos recontextualizadores del texto original, con referencias y citas que se hayan implícitas en las formulaciones husserlianas.
 
Será también muy beneficioso para nuestro estudio que además no perdamos de vista la VI Meditación de Fink, de manera que lo que vaya saliendo a la luz podamos irlo cotejando con los planteamientos posteriores.
 

1.     Introducción de Husserl: El curso de los pensamientos en las lecturas


Respecto del párrafo 1

Las dos primeras afirmaciones de Husserl tienen por finalidad situar el campo de investigación sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento como de incumbencia filosófica. Tal parece que ni la ciencia natural, ni la vida cotidiana reparan en la necesidad de ir en busca de un fundamento en el sentido de las condiciones de posibilidad mismas. Pero ¿es efectivamente certero esto? ¿Es un argumento contingente o propio a las cualidades intrínsecas de tales modos de conocer? ¿Qué tipo de presencia tiene la falta de fundamento, o la ambigüedad de fundamento en la práctica y en la investigación de las ciencias naturales?
 
Sin lugar a dudas, lo que aquí busca Husserl es acentuar un énfasis para describir finalmente en qué consiste la actitud fenomenológica. Dicha actitud que bien puede sostenerse para las ciencias naturales y para la vida cotidiana tiene su origen en la actitud eminentemente filosófica. Esto es importante de ser notado en virtud del giro futuro de Husserl en favor de recuperar el “mundo de la vida”. Recuperar el mundo de la vida, ese mundo cotidiano que se mantiene invisible pero que plenifica vitalmente toda forma aritmetizada, es de suyo asunto fundamental para la fenomenología.

En este sentido Husserl se pregunta por: ¿Cómo podemos estar seguros de que el conocimiento concuerda con las cosas tal como ellas existen en ellas mismas, [conocimiento] que al mismo tiempo se pone en ellas? Ojo aquí con esta "postura del conocimiento". La complejidad de esta pregunta estriba en que la duda de la validez del conocimiento sobre las cosas se encuentra incluida en nuestro modo de vivir esas cosas. Es decir, que nuestro punto de partida no es otro que la experiencia que tenemos de ellas, experiencia que no viene sino con el conocimiento interpretativo que tenemos de ellas. Por tanto, no hay una experiencia de las cosas por un lado y un conocimiento de la cosa por otro, y que la inadecuación de uno y otro pudiera arrojarnos algún tipo de incredulidad. Por el contrario, es al interior de la experiencia interpretante que conoce las cosas al modo como las conoce que descubre un tipo de inadecuación. Entonces ¿cómo es que se puede conocer esa inadecuación? Ya veremos.

De esta manera Husserl nos prepara para su segunda pregunta: ¿Qué de estas cosas en sí mismas [vividas al modo como las vivimos] nos causan algún tipo de cuidado acerca de nuestros modos de pensarlas y de nuestras leyes lógicas que gobiernan tanto nuestro modo de pensarlas como el modo como dominamos las cosas a través de nuestro conocimiento sobre ellas?

Luego tenemos una tremenda aseveración propia de la época de Husserl: Estas leyes que gobiernan nuestro modo de pensar las cosas son finalmente leyes psicológicas, porque es nuestra psique la que las piensa. La psicología por esos años buscaba determinarse como ciencia natural, pero al mismo tiempo, como su objeto de estudio es la psique y todo conocimiento posible se origina en ella, la psicología pretendía ser a su vez madre de toda ciencia y de todo conocimiento posible.

En este contexto debemos recordar los tres prejuicios principales del psicologismo que Husserl batalla en los prolegómenos de Investigaciones Lógicas (1901).

 

Primer prejuicio psicologista (§42):

“Los preceptos que regulan lo psíquico están fundados en la psicología como se comprende de suyo. Por lo tanto, es también evidente que las leyes normativas del conocimiento han de fundarse en la psicología del conocimiento”[1]

 

Refutación husserliana:

Los principios lógicos puros, si miramos a su contenido originario, sólo se refieren a lo ideal; los principios metodológicos, a lo real. Los primeros tienen su origen en axiomas inmediatamente intelectivos; los últimos en hechos empíricos y principalmente psicológicos. La promulgación de aquéllos sirve a intereses puramente teoréticos y sólo secundariamente a intereses prácticos; con éstos sucede a la inversa: si interés inmediato es práctico y sólo mediatamente –o sea, en cuanto que su fin es el fomento metódico del conocimiento científico- fomentan asimismo los intereses teoréticos.[2]

[…]. Si se nos concede ahora que las verdades fundadas puramente  en el contenido o sentido de los conceptos, que constituyen la idea de una ciencia como unidad objetiva, no pueden pertenecer a la esfera de ninguna ciencia particular; si se concede en especial que semejantes verdades, en cuanto verdades ideales, no pueden tener su lugar propio en las ciencias de la matter of fact –por ende tampoco en la psicología-, entonces nuestra causa está ganada. Entonces no se puede negar tampoco la existencia ideal de una ciencia propia, la lógica pura, que define, con absoluta independencia de todas las demás disciplinas científicas, los conceptos constitutivamente inherentes a la idea de una unidad sistemática o teorética, e investiga además los nexos teoréticos que se fundan puramente en dichos conceptos.  Esta ciencia tendrá además la singular peculiaridad de que ella misma estará sometida, en cuanto a su “forma”, al contenido de sus leyes; o, con otras palabras, de que los elementos y los nexos teoréticos de que se compone ella misma, como unidad sistemática de verdades, estarán regidos por las leyes que pertenecen a su contenido teorético.[3]

[…]. Pero toda ciencia puede considerarse desde otro punto de vista (después de haber visto el carácter no inesencial del punto de vista metodológico de la ciencia): desde el punto de vista de lo que enseña, de su contenido teorético. Lo que cada proposición enuncia es –en el caso ideal- una verdad. Pero ninguna verdad está asilada en la ciencia; toda verdad entra con otras verdades en asociaciones teoréticas, unidas por relaciones de fundamento a consecuencia. Este contenido objetivo de la ciencia es –en la medida en que la ciencia realiza su intención- independiente por completo de la subjetividad del investigador y en general de las peculiaridades de la naturaleza humana; es estrictamente una verdad objetiva.

Pues bien, la lógica pura se refiere a este lado ideal, o más concretamente, a su forma; es decir, no se refiere a lo que entra en la materia especial de las ciencias particulares, a lo peculiar de sus verdades y de sus formas de conexión, sino que se refiere a las verdades y a las asociaciones teoréticas de verdades en general. Por eso a sus leyes, que son de un carácter puramente ideal, debe ajustarse toda ciencia en su aspecto teorético objetivo.[4]

 

 

Segundo prejuicio psicologista (§44):

¿De qué se habla en la lógica? De las representaciones y los juicios, de los raciocinios y las demostraciones, de la verdad y la probabilidad, de la necesidad y la posibilidad, del fundamento y la consecuencia, y de otros conceptos próximos y afines a éstos. Pero ¿cabe pensar bajo estos títulos otra cosa que fenómenos y productos psíquicos?[5]

 

Refutación husserliana:

Pero sea de esto lo que quiera, el argumento, que era justo para la lógica, habrá de ser explicado también a la aritmética. Ésta formula leyes  de los números y de sus relaciones y combinaciones. Pero los números nacen del coleccionar y del contar, que son actividades psíquicas.

[…]. ¿Cómo explicar esto? Solo hay una respuesta. La psicología trata naturalmente del contar y del operar con los números, en cuanto hechos, en cuanto actos psíquicos, que transcurren en el tiempo. La psicología es, en efecto, la ciencia empírica de los hechos psíquicos en general. La aritmética es algo muy distinto. Su esfera de investigación es bien conocida; está definida íntegramente y sin posibilidad de ampliación, por la serie de especies ideales, bien familiares para nosotros, 1, 2, 3,… En esta esfera no se habla para nada de hechos individuales, ni de la localización en el tiempo. Los números, las sumas, los productos de los números y demás cosas semejantes no son actos de contar, sumar, multiplicar, etc., que se verifican accidentalmente aquí y allí. […].  Si nos representamos con claridad lo que es propiamente el número cinco; si producimos una representación adecuada del cinco, verificaremos en primer término un acto estructurado de representación colectiva de cinco objetos cualesquiera. En él se da intuitivamente el conjunto en cierta forma estructural, y por ende un caso individual de la indicada especie aritmética. Mirando a este caso individual intuitivo, llevamos a cabo una “abstracción”, esto es, no sólo destacamos el elemento dependiente, la forma de colección, en lo intuitivo, como tal, sino que aprehendemos en él la idea: el número cinco como especie de la forma surge en la conciencia pensante. Lo mentado ahora no es este caso individual, no es lo intuido como un todo, ni la forma inherente a él, pero no separable por sí sola; lo mentado es la especie ideal de la forma, que es, en el sentido de la aritmética, absolutamente una, cualesquiera que sean los actos en que se individualice en conjuntos constituidos intuitivamente, y que por ende no tiene participación alguna en la contingencia de los actos, con su temporalidad y caducidad.

[…]. Las leyes de la arithmetica universalis –de la nomología aritmética, como también podríamos decir- son las leyes que se fundan puramente en la esencia ideal del género número.[6]

[…].

Lo que hemos expuesto acerca de la aritmética pura es totalmente aplicable a la lógica pura.  También tratándose de ésta concedemos como manifiesto el hecho de que los conceptos lógicos tienen un origen psicológico; pero también aquí negamos la consecuencia psicologista, que se funda sobre este hecho. Dada la extensión que hemos concedido a la lógica, en el sentido de arte del conocimiento científico, tampoco dudamos, naturalmente, de que trate en amplia medida de las vivencias psíquicas. […]. Ya hemos reconocido, en efecto, que las leyes lógicas puras, como, por ejemplo, las primitivas “leyes del pensamiento” o las fórmulas silogísticas, pierden completamente su sentido esencial cuando se intenta interpretarlas como psicológicas. Es claro pues, de antemano, que los conceptos de que se componen estas leyes y otras semejantes no pueden tener una extensión empírica. Con otras palabras: no pueden tener el carácter de meros conceptos universales, cuya extensión llenen individualidades reales, sino que son necesariamente auténticos conceptos generales, cuya extensión se compone exclusivamente de individualidades ideales, de auténticas especies.[7]

 

 

Tercer prejuicio psicologista (§49):

Toda verdad reside en el juicio. Pero sólo reconocemos un juicio como verdadero en el caso de su evidencia. Esta palabra designa –así se dice- un carácter psíquico peculiar y bien conocido por la experiencia interna, un sentimiento sui generis que garantiza la verdad del juicio a que va unido. Ahora bien, si la lógica es el arte que pretende ayudarnos a conocer la verdad, las leyes lógicas son –de suyo, se comprende- proposiciones de la psicología. Son proposiciones que nos declaran las condiciones psicológicas de que depende la existencia o la ausencia de ese “sentimiento de evidencia”.[8]

 

Refutación husserliana:

§50  Transformación equivalente de los principios lógicos en principios sobre las condiciones ideales de la evidencia del juicio. Los principios resultantes no son psicológicos.

 

[Respecto de la relación entre los principios lógicos puros y el dato psicológico de la evidencia] Negamos que los principios lógicos puros enuncien lo más mínimo sobre la evidencia y sus condiciones. Creemos poder mostrar que sólo consiguen alcanzar esa relación con las vivencias de la evidencia, por vía de aplicación o adaptación; de igual modo que toda ley “fundada puramente en conceptos” puede transportarse a la esfera (representada en general) de los casos particulares empíricos de esos conceptos. Pero los principios de la evidencia, que así brotan, conservan después lo mismo que antes su carácter a priori; y las condiciones de la evidencia que ellos enuncian son todo menos condiciones psicológicas o reales. Los principios conceptuales puros se transforman en este caso, como en todos los análogos, en enunciados sobre incompatibilidades (o posibilidades) ideales.

Una sencilla consideración pondrá esto en claro. De toda ley lógica pura pueden extraerse, mediante una transformación posible a priori (evidente), ciertos principios de la evidencia o, si se quiere, ciertas condiciones de la evidencia. El principio combinado de contradicción y de tercero excluso es con seguridad equivalente a este principio: la evidencia puede aparecer en uno, pero sólo en uno de dos juicios contradictorios. El modus Barbara[9], es, sin duda alguna equivalente a este principio: la evidencia de la verdad necesaria de una proposición de la forma “todos los A son C” (o expresado de un modo más exacto: su verdad como una verdad que resulta necesaria) puede aparecer en un acto de raciocinio, cuyas premisas tienen las formas “todos los A son B” y “todos los B son C”. Y análogamente en toda ley lógica pura. Lo cual es perfectamente comprensible, pues evidentemente existe una equivalencia general entre las proposiciones: “A es verdad”, y: “es posible que alguien juzgue con evidencia que A es”. Los principios, a cuyo sentido es inherente enunciar las leyes de lo que está implícito en el concepto de la verdad, y que la verdad de las proposiciones de ciertas formas proposicionales condiciona la verdad de las proposiciones de las formas proposicionales correlativas, admiten naturalmente transformaciones equivalentes en las cuales la posible aparición de la evidencia queda puesta en relación con las formas proposicionales de los juicios.

[…]

Pero aunque abandonemos las formas originarias de los principios lógicos puros y los transformemos en los equivalentes principios de la evidencia, no resulta de ello nada que la psicología pueda pretender como su propiedad. La psicología es una ciencia empírica, la ciencia de los hechos psíquicos. La posibilidad psicológica es, por lo tanto, un caso de la posibilidad real. Pero aquellas posibilidades de la evidencia son ideales. Lo que es imposible psicológicamente puede muy bien ser, hablando idealmente.  La solución del “problema de los tres cuerpos” generalizado –digamos el problema de los n cuerpos- puede sobrepasar las facultades del conocimiento humano. Pero el problema tiene una solución y por ende es posible una evidencia referente a ella. Hay números decádicos con trillones de cifras y hay verdades referentes a ellos. Pero nadie puede representarse realmente tales números, ni llevar a cabo realmente las adiciones, multiplicaciones, etc., referente a ellos. La evidencia es en este caso psicológicamente imposible y, sin embargo, hablando idealmente, es con toda certeza una vivencia psíquica posible.

La transformación del concepto de verdad en la posibilidad del juicio evidente, tiene analogía con la relación entre los conceptos de ser individual y posibilidad de la percepción. La equivalencia de estos conceptos es indiscutible; pero sólo con tal de que se entienda por percepción la percepción adecuada. […]. Cuando de la ley que dice que “de dos proposiciones contradictorias una es verdadera y otra falsa” derivamos la verdad según la cual “en un par de juicios contradictorios posibles uno y sólo uno puede tener el carácter de la evidencia” –derivación evidentemente justa, si definimos la evidencia como la vivencia en la cual un sujeto que juzga se percata de la rectitud de su juicio, esto es, de su conformidad con la verdad-, la nueva proposición expresa una verdad sobre las compatibilidades o incompatibilidades de ciertas vivencias psíquicas. […]. Pertenece a la psicología, como ciencia natural de las vivencias psíquicas, el investigar las condiciones naturales de estas vivencias. Su esfera abarca también, pues, las condiciones reales empíricas de las operaciones matemáticas y lógicas. Pero las condiciones y las leyes ideales de éstas forman un reino por sí. (Los conceptos ideales) son objetos ideales, que aprehendemos ideatoriamente en los correlatos de los actos de contar, de juzgar con evidencia, etc.

Así, pues, con respecto de la evidencia, la mera misión de la psicología es descubrir las condiciones naturales de las vivencias comprendidas bajo este título, o sea, investigar las conexiones reales, en que la evidencia nace y desaparece según el testimonio de nuestra experiencia. […] Per la evidencia del juicio no está sometida meramente a estas condiciones psicológicas, que podemos llamar también externas y empíricas (puesto que no se fundan puramente en la forma y la materia específicas del juicio, sino en la coordinación empírica de éste con el resto de la vida psíquica); la evidencia del juicio está sometida también a condiciones ideales. Toda verdad es una unidad ideal frente a una muchedumbre infinita e ilimitada de posibles enunciados justos, de la misma forma y materia.[10]



Hasta aquí por hoy. La próxima clase continuaremos con los próximos párrafos de esta introducción. Espero que de a poco podamos irnos adentrando en la vitalidad de las razones mismas que sitúan la posición epistemológica de la fenomenología husserliana. 


Muchos saludos,

VAZ



[1] Husserl,  Investigaciones Lógicas. Tomo I. Traducción José Gaos. España: Alianza Editorial, 2001, p. 139.
[2] Op. cit., p. 142.
[3] Op. cit., p. 143.
[4] Op. cit., p. 144.
[5] Op. cit., p. 147.
[6] Op. cit., pp. 149 y 150.
[7] Op. cit., p. 151.
[8] Op. cit., p. 156.
[9] Barbara: AAA. Los tres momentos del silogismo son proposiciones universales afirmativas.
[10] Op. cit., pp. 157-160.

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