INTERSUBJETIVIDAD Y SOLIPSISMO
LA INTERSUBJETIVIDAD EN FENOMENOLOGÍA Y LA CRÍTICA DE SOLIPSISMO
M. Verónica Arís Zlatar
Estimados alumnos,
Antes de comenzar con el análisis de la V meditación cartesiana, es importante que tengamos en consideración la pregunta por la efectiva relación que guarda la intersubjetividad y la crítica de solipsismo.
En el contexto de nuestra lectura
de la obra de Edmund Husserl Meditaciones
Cartesianas (publicada finalmente en 1931), la intersubjetividad aparece
como asunto central recién en la quinta meditación (VMC). Pero se ha de saber que no todo lo referido a la
intersubjetividad y la empatía se desarrolla en este contexto, ni, por otro, que
ellas forman parte de una teoría especial, al modo de una ontología regional,
dentro del gran campo fenomenológico. Muy por el contrario, la
intersubjetividad irradia al campo completo de la fenomenología.
Ciertamente aquellas
consideraciones han tenido lugar por mucho tiempo por varias razones. Por un
lado, los tempranos desarrollos de la intersubjetividad que datan desde 1905 no
fueron publicados por ese entonces, y la aparición de ella en el contexto de la
objeción de solipsismo en la quinta meditación también parecía levantar
sospecha. ¿Qué hay de detrás de la inclusión temática y problemática de la
intersubjetividad a través de la objeción de solipsismo? ¿Estrategia literaria
y especulativa al estilo “meditación cartesiana”, o bien estrategia retórica
para una justificación teórica de la fenomenología?
El alcance de la esfera absoluta
de la subjetividad trascendental con la publicación de Ideas 1 en 1913, y que como tal se propone resolver los problemas
trascendentales del mundo objetivo en general mediante una problemática y
teoría constitutivas de la conciencia –con toda la ambigüedad y los equívocos
interpretativos que el término lleva consigo-, podría llevar a la consideración
de que la fenomenología habría caído en un solus
ipse a pesar de todos sus esfuerzos metódicos. ¿Qué consigo sino a través de la explicitación de mi ego trascendental?[1]
¿No tiene acaso la intersubjetividad en Husserl la misma función teórica que la
idea de infinito que sirve a Descartes en la tercera meditación metafísica?
En este contexto existe para el
estudio de la fenomenología el peligro de emparentar la intersubjetividad con
la solución de la objeción solipsista. Es fundamental que desde el comienzo
podamos comprender de qué manera aquí intersubjetividad y solipsismo han sido
reunidas. La intersubjetividad toma en este contexto la forma de respuesta
última a la objeción, y no la forma de respuesta única. La adecuada comprensión
de la constitución del mundo objetivo en los desarrollos previos a la quinta
meditación, incluyendo con ello especialmente la tercera meditación cartesiana,
ofrece las razones suficientes y necesarias para no incurrir en el error de
asumir un tipo de ilusión trascendental solipsista. Todos los estudios en torno
a la evidencia y a los sistemas de verificación y anticipación debieran ya
haber excluido la posibilidad de considerar que “si todo lo que puede tener
validez para mí está constituido por mi ego, parece necesario que todo ente es
un mero componente de mi propio ser trascendental”. Incluso, la antigua discusión
de la estructura intencional de la “cosa en sí” y la unidad intencional y su
trascendencia no debiera dejarnos dudas del panorama fenomenológico mismo. Así
dice Husserl en los parágrafos 41-44 de Ideas
1 (1913):
Acabamos de hablar,
aunque sólo de pasada, de la trascendencia de la cosa. Se trata ahora de lograr
una visión más profunda de la forma en que lo trascendente está en relación con
la conciencia, que es conciencia de ello; de la forma en que se debe entender
esta relación entre ambos términos, que tiene su misterio. [2]
Además, podemos incluso remontarnos a los
comienzos de la fenomenología con la discusión en torno a las aporías
psicologistas y metafísicas de finales del siglo XIX que se desarrollan en Investigaciones Lógicas (1901). Tenemos
así como ejemplo el siguiente pasaje:
Basta expresar lo siguiente, para
que todos tengan que reconocerlo: el
objeto intencional de la representación es el mismo que su objeto real y –dado
el caso- que su objeto exterior, y es un contrasentido distinguir entre ambos. El
objeto trascendente no sería el objeto de
esta representación, si no fuese su
objeto intencional. Y de suyo se comprende que ésta es una proposición meramente analítica. […].
Lo que acabamos de exponer no
excluye naturalmente que se distinga, como ya hemos indicado, entre el objeto
pura y simplemente intencionado en cada caso y el objeto tal como es intencionado (en qué sentido de aprehensión y
eventualmente en qué “plenitud” de intuición) y que este último título exija análisis y descripciones peculiares.[3]
En último término, la estructura
de la argumentación solipsista nos traslada a la discusión metafísica y de la
histórica diferencia entre fenómeno y noúmeno.
Ahora bien, el peligro del emparentamiento
entre intersubjetividad y la objeción del solipsismo no queda resuelta ahí. Así
como la objeción solipsista debió haber sido comprendida con el desarrollo de la
fenomenología misma, la intersubjetividad no emerge tampoco a partir de la
necesidad de dar respuesta a ella. Aunque en el presente trabajo no es mi
propósito hacer un recorrido del aparecer de la intersubjetividad en la obra
publicada y manuscrita husserliana, he de indicar que dicha cuestión no es un “agregado”
que intente salvaguardar a la fenomenología de un posible derrumbe
argumentativo. Es preciso ver que la cuestión planteada es un asunto que, aun
cuando pareciera ser una teoría especial en sí misma dentro de la
fenomenología, en realidad no es tal, sino que forma parte de los fundamentos
mismos desde donde se arraiga -como dirá en el §43 de VMC. En este sentido, no hemos de extrañarnos que, ahora con las
nuevas publicaciones, aparezca ella como tema en diferentes momentos del
trabajo husserliano, sin por ello defenderse del solipsismo. Así, un ejemplo de la participación de la
cuestión de la intersubjetividad en el trabajo fenomenológico de Husserl lo
ofrece una nota al pie de Lógica Formal y
Lógica Trascendental (1929):
En
mis lecciones de Gottinga (semestre de invierno de 1910-1911), ya desarrollé los
puntos capitales para resolver el problema de la intersubjetividad y de la
superación del solipsismo trascendental. Pero cumplir efectivamente esa tarea
requería aún difíciles investigaciones específicas que sólo mucho más tarde
llegué a concluir. Una breve exposición de esa teoría aportarán pronto mis Cartesianische Meditationen. El próximo
año espero publicar también las investigaciones explícitas que corresponden a
esa teoría.[4]
Y si quisiésemos ir más lejos para poner
a prueba lo que el autor puede tener a la vista desde sus inicios fenomenológicos,
tenemos pues el presente pasaje del parágrafo 7 de la primera investigación
lógica (1901) titulado ‘Las expresiones en función comunicativa’:
Para
poder establecer las distinciones lógicamente esenciales, consideramos la
expresión primero en su función comunicativa, que es la que primariamente está
llamada a cumplir. El complejo vocal articulado (y respectivamente el signo
gráfico escrito, etc.) se torna palabra hablada, discurso comunicativo, merced
a que el que habla lo produce con el propósito de “manifestarse acerca de
algo”, o –dicho con otras palabras- merced a que el que habla le presta en
ciertos actos psíquicos un sentido, que quiere comunicar al que escucha. Ahora
bien, esta comunicación se hace posible porque el que escucha comprende la
intención del que habla. Y la comprende en cuanto que concibe al que habla no
como una persona que emite meros sonidos, sino como una persona que le habla, que ejecuta, pues con las
voces ciertos actos de prestar sentido –actos que esa persona quiere
notificarle o cuyo sentido quiere comunicarle-. Lo que hace posible ante todo
el comercio espiritual y caracteriza como discurso el discurso que enlaza a dos
personas, es esa correlación, establecida por la parte física del discurso,
entre las vivencias físicas y psíquicas, mutuamente implicadas, que
experimentan las personas en comercio respectivo. El hablar y el oír, el
notificar vivencias psíquicas con la palabra y el tomar nota de las mismas en
la audición, hállanse en coordinación mutua.[5]
[1]
Tal cuestión es lo que toma
en consideración Husserl para iniciar su exploración fenomenológica en torno a
la intersubjetividad. Si acaso una exploración semejante es posible para el
campo fenomenológico, se deberá asumir de suyo que tal impugnación es
inadecuada, y no repara en el auténtico sentido de las descripciones
realizadas.
[2] Husserl, Ideas relativas a una fenomenología pura y
una filosofía fenomenológica. Traducción José Gaos. México: Fondo de
Cultura Económica, 1993, p. 92.
[3] Husserl,
Investigaciones Lógicas. Tomo II, pp. 529-530. Véase
también: Logische Untersuchungen. Zweiter Band. I. Tiel, pp. A398/B1424-425,
correspondientes a: Hua XIX/1, pp.
438-439.
[4] Husserl,
Lógica formal y lógica trascendental.
Ensayo de una crítica de la razón lógica. Traducción Luis Villoro. México:
Universidad Nacional Autónoma de México, 2009, pp. 306-307. Correspondiente a Hua XVII, p. 250.
[5] Husserl,
IL 1, pp. 239-240.
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